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ESTUDIOS BIBLICOS 

La Biblia, autoridad                   delegada

 

La Biblia es una fuente de consejo divino escrita para la Iglesia. A la Biblia también se le conoce como “Escritura o las Sagradas Escrituras”. Toda la Biblia se centra en el propósito eterno de Dios. Las siguientes citas bíblicas nos describen varios de los objetivos de la Palabra de Dios escrita:

 Salmos 119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”

2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” 

Colosenses 1:26-28: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las   riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.

Es crucial que entienda que la Palabra de Dios vivifica y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. La Palabra de Dios cambia y transforma el corazón del hombre y su vida. Ella revela la necesidad de que Cristo sea formado en el alma y para que se manifieste Cristo en todo. El poder y la sabiduría de Dios (Cristo) es revelado e iluminado por el Espíritu Santo a través de las escrituras:

 Juan 17:3: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a   Jesucristo, a quien has enviado” 

Hebreos 4:12: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” 

Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. 

1.EL EVANGELIO DE LA GRACIA

 

 

La Gracia no es un mover, ni tampoco es calvinismo. La gracia es un hermoso regalo. El apóstol Pablo escribió en Efesios 2:8:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don (regalo) de Dios”.

Es importante definir lo que es el Evangelio de la Gracia, es imposible describir en su totalidad lo infinito con lo finito. El evangelio no puede ser recibido ni aprendido de hombre alguno, sino por revelación. Según conozcamos más acerca del único Dios verdadero, y a Jesucristo, el enviado, entenderemos progresivamente más y más su Gracia.

 

¿Qué es el Evangelio de la Gracia?

 

El Evangelio de la Gracia es la buena noticia del inmerecido favor eterno de Dios para sus escogidos. La Gracia es la manifestación del amor de Dios, a través de la revelación de Su Hijo Jesucristo en nosotros. La Gracia es una actitud favorable que provoca libertad, placer y delicia a los hijos de Dios. La Gracia de Dios libera y preserva a sus hijos en Cristo Jesús. La Gracia tiene su raíz en el amor ágape, incondicional de Dios. La Gracia se escucha, se asimila, se vive, y se manifiesta (o sea, se articula). La Gracia es eterna y completamente gratis para aquellos a quienes Dios se la revela. El apóstol Pablo escribió: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. La Gracia es Cristo, la gracia es la buena noticia de Dios, el Padre para todos sus hijos.

¿Por qué el Evangelio de la Gracia es la buena noticia de Dios?

 

El Evangelio de la Gracia es la buena noticia porque los hijos de Dios, en un tiempo, estuvimos muertos espiritualmente y esclavos (confinados) en nuestros delitos y pecados

(Efesios 2:1). Nos encontrábamos separados de la vida de Dios (Romanos 5:12); seres ignorantes de Dios

(Efesios 5:8); seres insensatos, rebeldes, extraviados y esclavos de las pasiones desordenadas de la carne (Tito 3:3). Nuestro estado de muerte nos hacía incapaces de arrepentirnos del pecado por nosotros mismos

(Juan 6:44). Éramos seres incapaces de creer al evangelio y ser salvos de la muerte eterna por nuestras propias fuerzas o méritos (Efesios 2:8). Éramos seres corrompidos y pervertidos, seres depravados.

 

¿Qué provocó esta condición de depravación en nosotros?

 

Todo comenzó con la desobediencia y caída del primer hombre, Adán, en el huerto del Edén (Génesis 3). Eva, su mujer, fue engañada por una mentira incurriendo en transgresión, una violación (I Timoteo 2:13-14). Luego Adán desobedeció y transgredió el decreto establecido por Dios comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y el mal

(Génesis 2:9; 3:3, 6-7, 11-13,17, y 22; Romanos 5:14). Ambos, se convirtieron en esclavos del pecado

(Romanos 6:17). El efecto de la caída fue que el pecado se extendió a cada parte de la personalidad, pensamiento, emociones y voluntad del hombre. Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12).

La muerte vino a reinar (Romanos 5:14).

Sin el poder del Espíritu de Dios, el hombre natural (muerto espiritualmente) se encuentra ciego y sordo al mensaje del Evangelio (Marcos 4:11-12) y nunca vendrá a reconocer la verdad a no ser que Dios le dé vida a través de Cristo

          (Efesios 2:1-5).

¿Qué esperanza existió                    para mí?

 

Primeramente, Dios envió la Palabra de vida dentro de un hombre judío, nacido de mujer, llamado Jesús de Nazaret. Esta Palabra de vida es Cristo (Isaías 42:1-3; 55:8-11; Juan 1:1, 14; Hebreos 5:7). Cristo vino para destruir el reino de la muerte y establecer el reino de vida. El apóstol Pablo escribió en Romanos 5:17: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. ¿Para que? Para que, así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro (Romanos 5:21). ¿Quiénes reinamos en vida? Los escogidos y salvos por la gracia de Dios.

Dios nos había escogido desde antes de la fundación del mundo, por su placer, a fin de traernos al conocimiento de Él mismo (Efesios 1:4-8; Juan 17:3). Nunca fuimos escogidos por nuestros propios méritos ni por un conocimiento previo de Dios para que lo aceptáramos durante una oferta del evangelio. Un muerto no puede escoger vida, sino que Dios nos eligió únicamente por su propia voluntad para vida eterna. La Palabra escrita nos recuerda y afirma que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia

(I Corintios 1:26-30). ¡Dios es soberano!

Fuimos elegidos y posteriormente salvos para llevar acabo las buenas obras preparadas por Dios

(Efesios 2:10). Estas obras son el resultado de la gracia de Dios, la cual son manifestadas a partir de la salvación de los hijos de Dios.

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